ROSA CIBELES Y LOS INTELECTUALES


Soledad en catorce crisis glosando hechos y personajes de la política española

MATRITI

Anno quinto Sutoris calamitatis

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PROEMIO



A
gdistis, ser hermafrodita surgido del semen que Zeus dejara caer en sueños sobre una roca cercana a Pesinunte en Frigia, tuvo por amante al joven Attis, habitualmente representado en la estatuaria clásica con una especie de barretina. De acuerdo con la narración de Pausanias, Attis, cuando se disponía a casarse con la hija del rey de Pesinunte, fue enloquecido por Agdistis. Como consecuencia, se autoemasculó. De las gotas de sangre derramada brotaron, según otras narraciones, violetas. Agdistis, bajo la forma de la famosa "piedra negra" de Pesinunte -sin duda un meteorito terso y pulido-, era allí adorada como Gran Diosa Madre, siendo los sacerdotes responsables de su culto los galli, todos ellos emasculados en memoria de Attis. Con el tiempo, poetas y mitógrafos asimilaron a Agdistis con Cibeles. Hacia el 300 d. C. y aún bastante antes, la religión de la Gran Diosa Madre conocería en Roma un gran desarrollo, una vez que, poco antes del final de la II Guerra púnica, los frigios, a petición del Senado, le cedieran la "piedra negra", que, engastada en plata, quedó ubicada en el monte Palatino. A los galli se sumaron luego y sólo en Roma los archigalli, dignidades muy respetadas y creadas, según Carcopino, por el emperador Claudio. Los galli romanos -no así los archigalli- también se autoemasculaban. Lo hacían a mediados de Abril a media noche bajo los pinos de las colinas en torno al actual Vaticano, que es donde se ubicaba el Phrygianum. La elevación de los "pinos de mayo" guardaba, en apreciación de Burckhardt, relación con esta ceremonia, precedida un día antes y en honor de Attis por el transporte hasta el Palatino de un tronco de pino derribado al efecto. Los galli llegaron a gozar de gran predicamento entre las gentes elegantes de Roma. Aparte de por emasculados, llamaban la atención por sus expresiones, desde luego que mucho más gráficas que el “nos la refanfinfla” de Rosa Díez o el “me la suda” o “me la sopla” de Savater. Asimismo, en su ánimo por provocar, no desdeñaban incluso los saltos, similares quizás y por provocativos, a los de Savater, por ejemplo, en el Congreso de Jóvenes Filósofos celebrado en Valencia. En cuanto a sus atavíos, aunque llamativos, eran diferentes a los de ciertos políticos actuales vestidos, a veces, ya sea de desarmados mesoneros a la moderna o de probos basureros abnegados, tal Bono Martínez la Mancha, la que mira a Sierra Morena y Riopar. Tampoco evocaban esos atavios a los de Rosa Díez, juzgados por algunos media de estrafalarios y que ahora -no se sabe si por atender a la sugerencia de Platón o por retorno a sus peinados a la garçonette cuando era miembro del Gobierno vasco-, parecen virar hacia la moda unisex de la chaqueta con corbata y pantalón. Curiosamente Agustina de Aragón, asociada por El Mundo a Rosa Díez, tenía concedido vestir en ceremonia casaca de artillero.




Giorgio de Chirico. Pianto d´amore. 1974.
Colección Picasa-Google



CRISIS



I


Rosa Díez posee muchos de esos encantos que los intelectuales denominados buscan en la mujer. Por ejemplo, Rosa Díez es perspicaz, desenvuelta y elocuente. Su verbo de pasionaria vasca fluye convincente, pero no es, en modo alguno, "doux comme les hautbois". Surgido desde la vera misma de la Mar cantábrica, este verbo resulta, antes que arrojado, rápido, meditado y sinuoso, tal el curso de un bote arponero en persecución de la ballena inocente. Rosa Díez se parece, por tanto, a Zapatero. Pues Zapatero no es sino la reencarnación de un capitán Acab, que, habiéndose hecho con el gobierno de España, ajusta, con la mitad de los españoles en contra, sus cuentas pendientes de la otra vida. A ello le obliga la tiniebla abisal de su inconsciente abismal, rasgada sólo por una iluminada Razón refulgiendo sectaria desde las guillotinas de Francia.

II

Rosa Díez elocuente no es, con todo, la cantante calva. Poco se asemeja, pues, a los manichini calvos de las vite silenziose de de Chirico. No es tampoco Andrómaca, presente en ellas de manichino, pero al final asida, amante y sumisa, en ornato de blonda melena y pétalos de falda, a un Ettore manichino. Y es que Rosa Díez se quiere roquera de pantalón y botas de cuero en emulación de los Scorpions. Con todo, su parecerse a Andrómaca por los pelos -gozosa se contonea cual un Fish con un travestí en Santo Mauro, no con melena sino hecha unos cardos de Ruppert-, ha de frustrar a los intelectuales denominados. Pues sus inteligencias abstractas, por complacerse en las tersuras del concepto puro, proyectarán sus querencias sobre esas tersas calvas intelectuales como glandes de los manichi, desprovistas, para mayor seducción del psicoanálisis, de barretina prepucial frigia. ¿Acaso no deben su fama, en goce de intelectualidad, las enigmáticas mujeres calvas en filmes de Germania o las de breve melena Bauhaus de Schlemmer, a una falta de hipóstasis unitiva del intelecto con la sensibilidad?

III

Rosa Díez oficia de sacerdotisa en el hemiciclo del Congreso. Concelebra con un novicio de nombre Bono, mesonero que fuera con patillas y servilleta -él que nunca despreció oficio ni disfraz-, rey, con o sin trabuco pero con chaleco, del conejo suculento en Sierra Madrona, allá donde Rinconete y Cortadillo se asociaron en ventas de D. Quijote y pasa el AVE camino del Patio de Monipodio. Asistida por vaticanista tan enroquetado, Rosa Díez extasia en el Congreso, con su verbo y en manguteles de Yamamoto, a los intelectuales denominados. Un verbo del que ellos carecen, al punto de que no se sabe de ningún ángel que haya anunciado concepción alguna cuya paternidad atribuir se les pueda. Pues el ilustrado sueño de su razón, por no morar en la palabra, sólo produce monstruos. De ahí que las criaturas que hace posible nunca hayan merecido el saludo del hágase en mí según tu palabra. Rosa Díez -la etimología de fascinum, falo amuleto pendiente en collar femenino que fascina o embruja así lo muestra-, no hace, pues, sino fascinar a gentes ya fascinadas deseosas de que se las fascine de nuevo. No en vano Rosa Díez concelebra con el vaticanista Bono, ya que el Vaticano de los célibes fue el que sucedió al Phrygianum que tantos fascina en emasculación quiso acoger.

IV

Rosa Díez está, por tanto, rodeada de galli emasculados del verbo, no otros sino los fascinados intelectuales denominados. Rosa Díez es, pues, Rosa Cibeles en la Pasarela Cibeles del Congreso recibiendo culto, en su condición de heroina helenística exaltada en apotheosis de inmortalidad mediática, por la web palatina de UPyD. Y como su democrático escaño carece, por definición, de esfinges imperiales por brazos, suple con su rostro el de los leones que sus galli no pueden sustituir. Archigallus de todos ellos es Savater, un romano imperial con quevedos fashion siempre en banquete complacido, pero carente de gravitas bastante como para que de él emane auctoritas estoica suficiente. Tal es, a pesar de la paternitas que le asiste, la tosquedad de su parrhesia de predicador cynico, a veces hasta acompasada con saltos de rana sobre el entarimado. Savater incluso frecuenta el entorno de Arenillas, un conyuge de ministra tempranillo en finanzas y en vino de tempraniellas riojanas entendido, negociador imperturbable con "Hot Girls" colombinas transitando por su vera.

V

Rosa Cibeles, evocando lo que le sucediera a Agdistis -la tersa piedra negra barahona, glande que en meteoro ofrendara el Cielo a la Tierra en Pesinunte-, no puede, pues, mover en palabra a sus galli sino fascinarlos aún más. Y es que, manichini emasculados del verbo, su silenzioso pensar mudo necesariamente estéril, se ha de agotar en formalidades tan muertas como las de la ciencia moderna o las del vigente estado de derecho que en ella se contempla. La palabra viva que brota de la escisión viquiana del mundo y que, en ámbito de humanitas, procura restaurar la unidad perdida, les es, en consecuencia, por completo ajena. Mas es de ella de donde surge, allende el interés mero, la comunidad, ya que una comunidad -el poeta en el Convivio dantesco es el que la funda- no es equivalente al conjunto de normas que la regulan. Todo lo contrario, en suma, a lo que Martínez Gorriarán archigallus parece sostener en blog al defender que nación y constitución son poco menos que nociones equivalentes.

VI

Rosa Cibeles y sus galli propenderán, por tanto, a identificar una comunidad con un aséptico conjunto de manichini articulando en el vacío, mediante leyes, normas y contratos, un andamiaje con pretensiones de sociedad vertebrada. Un artefacto que recuerda al constructo que los geómetras fabrican con el extenso plano continuo triturándolo previamente en puntos sueltos y sin extensión para luego amasar con ellos una unión extensa -dicen que de puntos inextensos- a la que siguen teniendo por plano extenso, por más que Zenón les advirtiera del carácter paradójico de semejante criatura. Un artefacto en definitiva cuyos manichini quedan reducidos a meros "puntos de imputación" a la manera matematizante de Kelsen, los cuales, por no sentirse ligados a entidad preexistente alguna -"la idea de España (por) metafísica me la sopla (o me la suda)" reitera fálicamente Savater archigallus-, se tienen que tener más bien en ella por puntos en acto que no en potencia. Todo, pues, en contraste absoluto con lo que sucede en el plano aristotélicamente entendido, ya que en él los puntos están en potencia y en él se actualizan tal destellos fugaces en el cortar de las rectas, evidenciando que su pertenencia al mismo es cualitativamente distinta a la de los puntos integrantes del plano matemático convencional. Mas entonces, semejante constructo, al estar desprovisto de tensión superficial cohesionando unos puntos con otros, no alcanzará a ser ni efímera gota de espuma en el proceloso mar de la Historia. Imposible, en consecuencia, que conozca, por ejemplo, la existencia de héroes capaces de sacrificio personal y por motivos muy otros a los del animal, siempre, por definición, en obediencia innata al dictado de su especie.

VII

Rosa Cibeles desfila, pues, en cortejo triunfal de entes puntuales sobremanera monádicos para los que su pertenencia a una nación difícilmente les puede resultar relevante. Y es que aunque estos entes puntuales consideren que la figura del estado nacional con fronteras confinantes les garantiza el ejercicio de los derechos que a su condición de realezas solitarias conviene, la urdimbre profunda de su ser tributa obviamente de un cosmopolitismo tan imperial como el que asiste a Savater archigallus. Es así, porque el ejercicio de esos derechos exige, siquiera sea en el ámbito limitado de una nación -no por ello entendida a modo de “lugar natural” aristotélico-, de normas como las que Pablo de Tarso cynico enemigo de la ley invocaba ante los gálatas, para defenderse en su deambular cosmopolita por el ámbito poco menos que ilimitado que era la ecúmene romana. Pues esas normas, con independencia del constructo formal que, a modo de estado de derecho, hacían posible y que tanto irritaba a los germanos hasta el punto de que llegaran a someter a suplicio sólo a los juristas romanos tras la derrota de Roma en Teutoburgo-, garantizaban a los que eran ciudadanos romanos un ámbito de libertad y entidad personales. Quizás por ello Savater archigallus manifiesta, pensando en esa libertad y entidad personales, que lo que "en todo caso (le) interesa (es) el estado". Un estado platonizante, ya que, de acuerdo con múltiples de sus declaraciones, precisa de un catecismo, no otro sino el de la "Educación para la ciudadanía", de cuyo ortodoxo impartir, acorde con los dogmas del estado de derecho Zapatero sive “Savatero”, vela, de momento y hasta que UPyD triunfe, Madame Arenillas Savater amiga. Es, pues, incluso un estado de derecho hasta católico por catequético. De ahí que tanto le complazca a Sor Teresa Vicefashion de la Vega, puntillosa abadesa institutriz de novicias impías en malheur de politique, “più elegante e colorida” -como ellos mismos se lo dicen- que los cardenales con los que departe y brinda, incluido Cañizares, oficiante en la boda de la hija del Pocero con Zaplana abortista delante y -cómo no- amigo de Bono también. Tal es el trato con el Vaticano que dicha abadesa observa, quizás evocándole ensueños felices vividos en un colegio de monjas para niñas bien.

VIII

Rosa Cibeles no desdeña rodearse, en consecuencia, de intelectuales denominados, los cuales difícilmente y sin que entren en contradicción con su pensamiento, pueden ser unos patriotas. Ya de hecho su condición de entes puntuales en acto que no en potencia en la realidad nacional a la que por azar se sienten adscritos, les impide cualquier tipo de patriotismo. Pues esa condición determina que su entronque con el pasado no pueda ir más allá de un interés científico formal por conocerlo y con la sola pretensión de comprender -dirán que científicamente- el presente en el que viven. Y como, a mayor abundamiento, el archigallus Martínez Gorriarán parece identificar una nación con sus normas y leyes, la historia de una nación no puede ser, entonces, evo, durée bergsoniana poéticamente habitada por seres en invocación de un pasado que sienten compartido. Y es que esa historia se queda reducida a una secuencia discreta que no continua de cuerpos legislativos, los unos transformándose en los otros mediante cambios legislativos, tal las imágenes de un caleidoscopio o de una película de dibujos animados. Algo que siendo, sin duda, de interés para los sofisticados cineastas more Habermae del "patriotismo constitucional", resulta demasiado artificioso y aséptico para el sentir común de las gentes.

IX

Rosa Cibeles, por llevar a Savater de archigallus en su cortejo, se tiene que distanciar, en consecuencia, de toda intelección de nación que se refiera a un pasado compartido y que no soslaye la realidad de la patria. Pues a Savater archigallus no sólo "la idea de España (fálicamente se) la sopla" sino que, además, piensa -diríase que por haberlo leido en Rilke aunque no se cuide en precisarlo-, que la infancia es la única "patria decente". Difícil, entonces, concebir que Savater archigallus, a diferencia de Borgolte, aprecie en el "yo soy mis recuerdos" agustiniano e interpretado a la manera de Proust, recherche du temps “passé” alguna de interés para una Historia “ridotta -en decir de Croce- sotto il concetto generale dell´arte” y en su relación con la realidad de patria. Menos aún todavía, si ese decir se desplazase hacia el hegelianismo fascista de Gentile, alter ego de Croce que fuese y siempre vivificado por el patriotismo republicano de Mazzini. Y es que se supone que Savater archigallus no querrá propiciar tipo alguno de "pasados patrios" susceptibles de gestar comunidades en amenos campos y ninfas bellas demoradas, desdeñando, por falta de hermosura -Poussin y Schiller in memoriam-, esos embelecos de la Modernidad que al Geviert heideggeriano afrentan. Suponer lo contrario conllevaría olvidar lo distante que Savater archigallus se encuentra, por obras e idiosincrasia, no ya de un hierofante pagano en el albor del Clasicismo, sino incluso de un patricio romano aristocráticamente librando los últimos combates de gran estilo en el final de la Antigüedad clásica. Para Savater archigallus la poesía no puede, en definitiva, constituir y a diferencia de Heidegger la urdimbre profunda de la historia. Pues siendo la poesía un mentar primigenio de los dioses y UPyD una profesa del laicismo monoteista de la razón capaz sólo de conceder, en Panteón tardoromano, esa igualdad a las religiones que Finkielkraut niega a las culturas, no le es dado a su autoproclamado GPS ideológico incurrir en extravío semejante. Por eso la barretina frigia de Savater archigallus, en su condición de ilustrado caballerito de Azcoitia redivivo, no puede ser sino la frigia y roja de los sans-culottes, tan opuesta, por definición, a la boina roja evocando en Valle Inclán el encanto estético de las viejas catedrales. Mas este presunto mal llevarse con las viejas catedrales -escolásticas de piedra que para Panofsky son velando, en su ensueño metafísico, al Sein-, determina la imposibilidad del Schritt zurück heideggeriano y, en consecuencia, de la revelación de ese Sein en la ofrenda del Ereignis, con todas las consecuencias que de ello se siguen en relación con lo que es la Historia.

X

Rosa Cibeles et alii sostienen, -ahora que la penillanura imperial aún más se resquebraja-, doctrinas tan desgastadas como esa misma penillanura. Pues Rosa Cibeles, aparte de socialdemocracia -ella dice que trufada de liberalismo y “trasversalidad”-, lo que vende es un déja vu travestido de novedad. Así, el matrimonio entre personas del mismo sexo que UPyD pretende, nunca repugnó a algunos cynicos, ellos y todos los de esa parcialidad exigiendo, por lo demás, a las mujeres que se desfeminizaran, lo que, por lo que tiene de pensamiento unisex, quizás agradara a los galli de Cibeles diosa, cuya forma de hablar, a diferencia de la de Savater archigallus con sus “me la suda” y “me la sopla” o la de Rosa Cibeles con su “nos la refanfinfla”, necesariamente tendría que ser menos fálica. Y en cuanto a la defensa del Estado por parte de UPyD, no es ajena a la presencia en ella de cultomarxistas conversos, no por cultos menos disciplinados, tal corresponde a su condición de soviéticos forjados en las disciplinas implacables del komitern al que obedecieron y que, en consecuencia, no experimentarán violencia psicológica alguna teniendo a Rosa Cibeles por jefa, la otrora conocida en Bilbao como “la Stalin del PSOE”. De hecho UPyD, quizás por aquello del despótico e ilustrado "todo para el pueblo pero sin el pueblo", no ha celebrado aún Congreso alguno, habiendo surgido sus órganos de dirección no por elección -está acreditado que el Consejo de Dirección entra incluso en mutación cuando lo estima oportuno-, sino por metamorfosis de los de un ente digital otrora implantado en la web de "Basta Ya". Sin duda que Rosa Cibeles podrá aducir, ante tanta proeza ejecutiva y para evitar, como ella diría, que el ciudadano “le tire de las solapas” de su chaqueta unisex avalada por Platón, que éste pensaba, en palabras de Timeo pitagórico, que determinadas proezas “no se pueden divulgar a la multitud logrando que las comprenda”.

XI

Rosa Díez et alii han de preferir, por tanto, no al Platón de la República sino al de las Leyes y nunca, por supuesto, a Aristóteles, valedor de las costumbres que la tradición y el pasado avalan, o si se prefiere valedor de esas “leyes viejas” que el PNV, con el que Rosa Díez colaboró, instrumentaliza a su antojo y cuya mención tanto irrita a más de un constitucionalista vasco. Pues Rosa Díez et alii no puede sino situarse en un horizonte conceptual similar al de los rancios juristas españoles con pretensiones de modernidad; esto es, el del neopositivismo kelseniano en todo opuesto al pensar de Voegelin o Schmitt. De hecho, a lo más que en esa materia alcanzan, es a que Sosa Wagner -el luego federalista eurodiputado de UPyD- publicase en 2008 y a modo de divertimento para salonnières, la correspondencia entre Ernst Forsthoff y Carl Schmitt, justo después de que en 2007 la hubiesen publicado, en Akademie Verlag de Berlín, A. Reinthal y R. Mussgnung. Pues Sosa Wagner, presentando en su libro a Forsthoff y Schmitt como “dramatis personae” de unos “diálogos” divididos en “actos”, se limita a sustituir la “Leitung” de la publicación alemana de Akademie Verlag por una “Advertencia preliminar” de naturaleza escolar y divulgativa, señalando, eso sí y a pie de página, que “el esfuerzo de poner en limpio” esa correspondencia o “Briefweschel” se debe a A. Reinthal, R. Mussgnug “y otros”; esto es, al “esfuerzo”, en particular, de los autores de la citada publicación de Akademie Verlag. Pretende, así, Sosa Wagner hacer valer quizás que ha logrado trascender la humilde condición de traductor, condición, sin duda, incompatible con la de luminaria que, a juicio de los doctos, le asiste en el pensamiento jurídico independiente surgido a la sombra protectora de la denominada “Transición democrática española”.

XII

Rosa Díez, junto con su clero de cultomarxistas o neocapitalistas convergentes ya vaticinados por Heidegger o Marcuse, podría, desde luego, impulsar que el mentado estado de derecho para manichini -inimaginable, por supuesto, sin las prédicas que se hicieran a favor de Kelsen desde todos los púlpitos de la ignorante “Transición democrática española”-, se aliene aún más de lo que ya está, alcanzando de una vez la condición de totalitario. Y no se trata de una posibilidad remota, ya que nada impide conceptualmente que el normativismo formal kelseniano evolucione de manera que los “puntos de imputación” que en él suplantan a las personas, lleguen en cada caso a definirse como la intersección de todas las normas y leyes que a cada una de esas personas les son aplicables. Yendo, entonces, de lo general a lo particular -el delirio jurídico y el científico nunca se anduvieron muy distantes-, resultaría que la persona y a semejanza de lo que sucede en el plano matemático, no sería sino el punto de intersección de todas las rectas que por ella pasan; esto es, de todas las rectas normas conforme a Derecho que le impone una casta de listas electorales catasterizada en el Parlamento cielo.

XIII

Rosa Cibeles, no es, pues y en definitiva, sino una Pasionaria de los nuevos tiempos que aglutina en su torno, entre otros, a los naúfragos del tiernomundo de los ochenta. Pues ese sentirse en comedido disfrute de finitud asumida, tan propio de aquel oficiante de chaqueta cruzada con Susana Estrada en desnudez de senos a su vera y con Tarancón el cardenal detrás de su féretro de agnóstico, lector que fuera de Wittgenstein y al que sólo unos pocos -no Bono Martínez novicio que mucho decía estimarle- tuvieron por un cínico absoluto, complace y sigue complaciendo a la intelectualidad denominada. Mas si así es, Rosa Cibeles encandilando ya sea al citado tiernomundista jurista gacetillero de conciertos Sosa Wagner o asistiendo a las fiestas del "Orgullo Gay" como Tierno Galván lo hacía con las de la "Movida madrileña", se mostraría como una sirena fatal fascinando a derecha e izquierda. Sus víctimas, al igual que las de Tierno Galván con sus bandos, serían gentes sencillas que, creyendo en la realidad de la comunidad a la que pertenecen -España no es un tema de ideas sino de creencias en el sentido de Ortega y Gasset-, caerían en las redes del discurso savateriano de Rosa Cibeles sin percatarse de sus falacias. Pues, ¿no es acaso una falacia concebir a España como una simple yustaposición de libertades individuales que en el ondear de la bandera tiene su aséptico garante? ¿Dónde vas, entonces, Rosa Cibeles triste de tí con esos discursos registrados en You Tube? ¿No te muestras, de este modo, en dualidad de ser contradictoria, acordándote, como te acuerdas, de que esa bandera cubrió los féretros en los funerales por tus compañeros abatidos por la ETA, funerales a los que Ibarra afirma que ni fuiste cuando eras del Gobierno de Vasconia y llevabas para allá turistas, en un “ven y cuéntalo”, a su, según tú, idílica paz de vasquitos y nesquitas en cajas vitorianas de Confiterías Goya estampada?

XIV

Rosa Cibeles, Rosa Cibeles diputada de UPyD, grandes señales Mariespe columbra en los cielos contaminados de Madrid anunciando que este siglo es el de las mujeres. Muchas violetas estériles brotarán entonces quizás de la sangre del fascinado Attis, pero ninguna para ser ofrendada, pues en esta primavera futurista consumida en rascacielos de Babel -pinos de mayo que son en vanidad-, semejantes rituales carecerán de sentido. Rosa Cibeles, Rosa Cibeles diputada de UPyD, sin duda tú no eres una violetera humilde que pregones primavera alguna por la calle de Alcalá.

© Jesús Fortea Pérez, 22-enero-2009

Meissen circa 1760. Colección particular. Madrid


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